Los riesgos de los menores navegando en las redes sociales

29/07/2014

La noticia de Magaly, la niña de 12 años, quien estuvo 17 horas desaparecida y fue abusada sexualmente por un joven de 24 años, a quien habría conocido a través de Facebook, puso otra vez en tela de juicio la cuestión de los riesgos que entrañan estas redes sociales de tan amplia difusión.

La extensión que ha tomado internet, con conexiones cada vez más veloces y más económicas, así como la posibilidad de acceder sin necesidad de tener una computadora en la casa, sea a través de los lugares públicos (los “cyber”) o los teléfonos móviles, ha logrado un nivel de conectividad que en el caso de la Argentina, se coloca a la vanguardia de Latinoamérica en porcentaje de la población total, e incluso mayor que la media mundial.

Esta circunstancia provoca que más y más gente se incorpore a la “aldea global” aprovechando los beneficios de la tecnología, pero al mismo tiempo genera que esas mismas capas de la población puedan ser víctimas de delitos como el de la chica secuestrada.

Es inevitable que ocurran este tipo de hechos, no podemos tomar de los avances de la humanidad sólo los aspectos buenos, debemos aceptar también las consecuencias negativas. Estas cosas iban a suceder , el asunto es cómo nos preparamos para enfrentar estos riesgos.

Podemos pensar que el Estado debe jugar un papel preponderante para brindarnos seguridad en estas cuestiones relacionadas con la tecnología, a la manera como la exigimos en materia de prevención de los delitos comunes. Sin embargo, las situaciones no son del todo simétricas; el Estado puede intentar regular la responsabilidad de los proveedores de Internet o los buscadores por el contenido ilícito del material que circula por la red, pero no puede velar por las conductas que nosotros desplegamos en privado frente a nuestras computadoras, ni reemplazar la responsabilidad que debemos tener sobre las conductas de nuestros menores.

Situaciones como la de la adolescente secuestrada por un mayor de edad que logró seducirla a través de Facebook, y convencerla de tener un encuentro personal (no virtual), deben llamar nuestra atención y prender nuestras alertas como padres. Mientras estamos tranquilos porque nuestros hijos menores encuentran un entretenimiento “seguro” en nuestras casas, sin necesidad de correr peligros en la calle, venimos a descubrir que pueden ser víctimas de este tipo de conductas que pueden resultar muy perniciosas para su desarrollo mental o su propia integridad física.

Nuestros niños y jóvenes  tienen una gran capacidad para entender y utilizar las herramientas tecnológicas, una especie de intuición digital me animo a decir, pero siguen siendo niños, o adolescentes, con todos los riesgos que su inmadurez provoca. Nosotros, sus padres o maestros, carecemos de esa capacidad innata de incorporar con facilidad esas herramientas, pero tenemos lo que a ellos les falta, la experiencia de vida, la que nos brinda el habernos golpeado más de una vez. Sabemos positivamente que ese saber no se transmite automáticamente, que ellos también deben experimentar sus propios golpes, pero debemos advertirlos de los riesgos que corren, y según las distintas edades la prevención devendrá en prohibición. No debemos eludir nuestra responsabilidad como padres, debemos involucrarnos con la tecnología, por lo menos para entender los intereses de estos chicos, y así poder prevenirlos de los riesgos a los que ellos mismos se exponen.

No esperemos a enterarnos que un desconocido secuestró a una chica de 12 años, a la que conquistó a través de una red social, sin poder entender cómo ella se prestó al encuentro sin conocerlo, sin ser su amigo. Nuestros hijos nos van a sorprender diciéndonos: sí, eran amigos, amigos en Facebook.